Martin: El chico que despertó del coma después de 12 años

La mayoría de nosotros hemos incurrido en el emocionante juego de adivinanzas en algún momento de nuestra vida. Por ejemplo, de pie delante de nuestros amigos intentando que los demás adivinen la frase o película sin que uses ninguna palabra.

Imagina que no tienes manos ni expresiones faciales ni el control del resto de tu cuerpo y encima no tienes voz. Esto no es una película. Es una historia real sobre un niño llamado Martin Pistorius.
En el año 1988, Martin tenía 12 años y vivía en Sudáfrica. Empezó a desarrollar un interés en la electrónica, en resistencias y transistores. Nunca había existido señal de problema de salud en Martin, así que fue bastante raro cuando llego enfermo a casa después de un día de colegio y no conseguía mejorar.

Su estado empeoró progresivamente, poco a poco dejó de moverse, de hablar y de hacer contacto visual. El médico no pudo averiguar exactamente la causa de esto y pensó que podía ser meningitis criptocócica. Es una enfermedad fúngica, una infección en el revestimiento del cerebro y la médula espinal que se puede contraer con el hongo que se encuentra en la suciedad, los excrementos de pájaros e incluso en el polvo.

Para Rodney y Joan, los padres de Martin, la única opción era dejarlo en casa y verlo morir. Sin embargo, el destino tenía otra cosa preparada para la familia. Martin no mejoró, pero tampoco murió.

Su padre recuerda despertarse a las 5 todas las mañanas para que Martin estuviese listo para ir al centro de cuidados de día, donde pasaba el tiempo mientras ellos trabajaban.

«Ocho horas más tarde, lo recogía, lo bañaba, le daba de comer, lo acostaba y ponía mi alarma para que a las dos horas me despertase para cambiarle de posición. Así conseguí que no le saliesen escamas,» dijo Rodney.

Los padres hicieron esto durante doce años sin que las cosas mejoraran. Aquí tenemos las propias palabras de Martin.«Si, yo estaba allí. No desde el principio pero después de dos años en estado vegetativo, empecé a despertar. Estaba al tanto de todo, al igual que cualquier persona normal. Todo el mundo estaba tan acostumbrado a que no estuviese allí que no se dieron cuenta de que empecé a estar presente de nuevo. La cruda realidad me golpeó. Iba a pasar el resto de mi vida así, totalmente solo.»

Este sentimiento llevó a Martin a darse por vencido y simplemente dejar de pensar. Incluso en su intento de no sentir y no pensar en nada, se molestaba por cosas como programas de televisión o conversaciones como en la que su madre dijo que esperaba que muriese. Con el tiempo intentó hacerse con el control de cosas simples, como la formación de su mente para decir la hora en base a las sombras del sol.

Finalmente, en 2001, una terapeuta del centro de atención de día llamado Virna Van Der Walt comenzó a notar actividad en el cerebro de Martin y le pidió a sus padres que le hicieran la prueba cognitiva.

«Ella fue el catalizador que cambio todo. Si no hubiera sido por ella, probablemente estuviese muerto u olvidado en un hogar de cuidados de alguna parte,» dijo Martin sobre la terapeuta.

La prueba reveló que, después de todo, Martin no era un vegetal. Adquirió un equipo especial que le ayudaría a comunicarse y por primera vez sería capaz de compartir sus pensamientos y preferencias.

«Creo que nunca voy a olvidar esa sensación cuando mi madre me preguntó lo que me gustaría para cenar y le dije ‘espaguetis a la boloñesa’ y ella lo hizo. Sé que debe parecer insignificante pero para mi fue increíble.»

Una vez que su mente comenzó a hacerse más fuerte, también lo hizo su cuerpo. A pesar de que tuvo una gran cantidad de trabajo y tuvo que volver a aprender muchas cosas, Martin finalmente fue a la universidad, aprendió a conducir e incluso se casó en 2009. Actualmente vive en Inglaterra con su esposa. Tiene poco más de 40 años y la esperanza de formar una familia algún día.

Martin ha dejado claro que el abandono no es la opción correcta.

«Nunca subestimes el poder de la mente, la importancia del amor y la fe y nunca dejes de soñar. Trata a todos con bondad, dignidad, compasión y respeto, independientemente de si piensas que te entienden o que no.»

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